15.3.12

El horror cósmico y sus curiosas adaptaciones


Howard Phillips Lovecraft (Providence, U.S., 20 de agosto de 1890 – ibídem, 15 de marzo de 1937) sufrió, su paso por esta vida fue difícil y desagradable. Expulsado del vientre de su madre con esos ojos que custodiaban una mirada observadora; enjuiciando al mundo con recelo y desconfianza, en lugar de dar el alarido esperado, en silencio comenzaron a escudriñar los ambientes y los ángulos de una realidad a la que no pertenecían, pero que tendrían que convertirse en el centro de su creación. Es por eso, que contamos hoy en día con la corriente estética que creó dentro de la literatura de terror: el horror cósmico.

A unos días del septuagésimo quinto aniversario luctuoso del escritor norteamericano H.P. Lovecraft, se me ocurrió escribir esta entrada en forma de conmemoración.

La fuente que llenaba la inspiración de Lovecraft, nunca fue exactamente la situación mundial (cambios sociales, económicos y políticos que suscitaron entre los años 1890-1830; el más importante: la Gran Guerra); su mente percibía otra dimensión y otros universos; las obras de Lord Dunsany, Edgar Allan Poe, Arthur Machen y, sobre todo, la arqueología y astronomía, era lo que nutría y sostenía su ser. El pasado ignorado y el universo intransitable cohabitaron y encarnaron a un humano que en sus 47 años de vida no pudo encontrarse dentro de la sociedad, muy a pesar de que su literatura pudo instaurarse en un lugar privilegiado entre lectores, artistas y críticos; que no se han dejado llevar sólo por las formas, sino que saben valorar las ideas y consecuencias del genio de Providence.

En un periodo que abarca casi tres décadas, desde 1908 (año en el que publicó su primer texto The Alchemist) hasta su muerte, en 1937, Lovecraft escribió poco más de cien relatos, todos contenían algún componente de suspenso u horror y, la mayoría, atrapados en el subgénero del horror cósmico o terror materialista. Este subgénero, instaurado por si mismo, conjunta la ciencia ficción con el horror, además, presenta una amenaza desconocida (dejando a un lado lo fantasmal) que viene de mundos y conceptos desconocidos; en este caso no involucra a viajeros astrales, sino a psiconautas, quienes, más que indagar planetas, investigan otras dimensiones y estados de conciencia.

Entre las fugaces aficiones de Lovecraft (que luego empezó a aborrecer) se encontraba la cinematografía, él mismo afirmaba disfrutar al mirar filmes de Charles Chaplin (incluso hasta un poema le dedicó[1]) y varios más, como: The Invisible Man (1933) de James Whale, The Phantom of the Opera (1925) de Rupert Julian, Berkeley Square (1933) de Frank Lloyd. Comentarios sobre Dracula (1931) de Tod Browning y Frankeinstein (1932) de James Whale reflejaban un sentir profundo. Sobre estas dos películas expuso severamente:

«Como algo profundamente soporífero calificaría a las populares y 'nefastas' obras de teatro de nivel medio o las narrativas de cine o radio. Todas son lo mismo: planas, trilladas; en resumen, revoltijos sin atmosfera, de chillidos y gemidos, de situaciones mecánicas y superficiales. El murciélago (The Bat, 1929 de Roland West) me provocó intenso sueño al inicio de los años 20, y el año pasado, una supuesta adaptación de Frankenstein me habría provocado lo mismo, de no ser por la simpatía póstuma que sentí por la pobre señora Shelley y que me llevó a montar en cólera. ¡Guag! Y la adaptación de Drácula en 1931... vi el inicio en Miami, Florida; pero no logré verla arrastrarse a su monótono final, ¡prefiriendo realizar una sínica caminata a la luz de la luna tropical![2]. »

Parece que para Lovecraft, el manoseo de extraños a las obras originales significaba degradación; él mismo plasmó su total asqueo en una de las cartas del centenar de millar que se estima llegó a escribir:

«Nunca permitiré que algo que lleve mi firma sea banalizado y vulgarizado en la clase de basura infantil que pasa por “cuentos de horror” tanto en radio como en cine[3]

Pese a lo dicho, en los años venideros, sus obras han sido presa de esa profanación, el horror que le habría causado conocer las múltiples adaptaciones de sus creaciones literarias y el sin fin de obras inspiradas por estas (en el cine podemos encontrar: The Thing (1982) de John Carpenter, Alien (1979) de Ridley Scott, Hellboy (2004) de Guillermo del Toro, Cloverfield (2008) de Matt Reeves y un largo etcétera). Sin embargo, no toda adaptación o inspiración ha sido inmundicia en esencia, existen algunas que destacan emanando un destello de honra, aunque la mayoría rebosan en un aura inusual; para muestra se encuentran las  siguientes obras que considero son bastante curiosas entre el pululante catálogo.

Visiones: Comic del uruguayo Hernán Rodríguez, es una obra bastante ambiciosa, en ella encontramos detalladamente en sus casi 80 páginas, cinco relatos fantásticos: "El extraño", "La música de Erich Zahn", "La ciudad sin nombre", "El templo" y "Nyarlathotep”; que el escritor de Providence concibió entre 1920 – 1930. Con un guion escaso, Hernán nos logra introducir en esos mundos creados con su dibujo lúgubre, perturbador, expresivo y cautivador; haciendo uso de técnicas que congenian con estos cuentos de horror psicológico. Cabe decir que es una interpretación libre, pues por las características de la narrativa de Lovecraft, se hace complicado plasmarlas en una obra gráfica, o eso es lo que dice el autor de Visiones.

Haiyoru! Nyaruani: Es la adaptación animada en forma de ONA (Original Net Animation) de las novelas ligeras del escritor japonés Manta Aisora, con ilustración de Koin; que llevan por nombre: Haiyoru! Nyaruani: Remember My Love(craft–sensei); la trama de dichas novelas se centra en Nyarlathotep, una deidad que puede adoptar la forma de cualquier persona que desee, pero que le gusta mostrarse como una chica con el pelo plateado, aparentemente normal. Mahiro Yasaka es un estudiante de instituto que una noche, es perseguido por aliens; “Nyaruko” lo salva de su fatal situación y comienzan una extraña amistad. Ahora bien, los cortos animados en los que nos centraremos son bastantes precarios en todo sentido; cuentan con una comedia sosa y aburrida. ¿Realmente tenían que tomar como inspiración la obra de Lovecraft para esta animación tan llena de clichés japoneses? 

La música de Erich Zann (cortometraje): Este cortometraje (creado alrededor de 1980 con un presupuesto muy pobre) del director John Strysik, cuenta con una fotografía exquisita, aportada por el directo de fotografía Michael Goi (American Horror Story); enciende matices y con un ritmo mesurado, nos absorbe en una atmósfera en la cual es posible evocar la esencia de Lovecraft, algo muy difícil en otras adaptaciones fílmicas de la obras del escritor estadounidense; la culminación del éxito de este filme es lo bien que nos plasma aquella melodía que a todos (los que hemos leído el relato) nos causó profunda intriga.

South Park - Coon and Friends 2: La mayoría sabemos de que va South Park: parodias de situaciones acontecidas en el mundo actual que involucran figuras de la cultura contemporánea; pues ni el mismísimo Lovecraft de salva de ser presa de las incoherentes aventuras de Eric Cartman y sus allegados, en específico su más grande creación (en cuanto a deidad se refiere) el Cthulhu; en este arco argumental que abarca tres capítulos, Coon y sus amigos (Eric Cartman y sus amigos en una especie de superhéroes) tratan de salvar a las víctimas del accidente de petróleo sucedido en el Golfo de México, además de detener al Cthulhu, pero Coon tiene otra idea en mente, obtener el favor del Cthulhu para castigar a sus antiguos amigos y toda la gente despreciable para él (entre esos Justin Bieber…).

H.P. Lovecraft (banda): H.P. Lovecraft fue una banda de rock psicodélico originaria de Chicago formada en 1967; su escaso trabajo, pero sustancioso, incluye nada más dos álbumes homónimos, diferenciados por una numeración –I y II–. Sus canciones apreciadas por sus características armonías, excelentes arreglos con teclados e instrumentos de viento y un conocimiento del ritmo ya extinto. Esta banda tomó de inspiración para su música las obras del escritor, sobre todo los ambientes generados por estas, así que en su corta discografía podemos encontrar bastantes referencias, destacando la épica canción “The white ship”, que en sus letras nos sintetiza de manera exquisita lo que el relato nos cuenta, alucinándonos con su instrumentalización a lo largo de seis minutos y 20 segundos. Como paréntesis puedo decirles que, a mi gusto, Pink Floyd es la banda que mejor nos instaura en ese entorno que sólo los relatos de Lovecraft logran crear, pero eso da para otra entrada.

A todo esto, echando una mirada introspectiva al estirpe artístico que procreó el gran trabajo del escritor norteamericano, nos damos cuenta que hasta las propuestas más vanguardistas, resumen y refrescan las formas que Howard Phillips Lovecraft expresó como un acto creativo, que se percibe como exorcismo e invocación de un pensamiento que a punto estuvo de perderse entre eones de oscuridad e ignorancia; sólo nos queda esperar que este modo no llegue a expandirse aun más en conjuntos de particularidades irreverentes y vulgares.


[1] To Charlie of the Comics , 1915.
[2][3] Lovecraft, H.P. Selected Letters. 1976, editado por August Derleth y James Turner. Sauk City, Arkham House Publishers, Inc.

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