12.5.12

Mato por una pistola de clavos

Una de las pocas cosas que me relajan (aparte de bañar perros y meditar) es hacer muebles. Recuerdo el primer año de secundaria (tenía doce años), en la escuela ya era tiempo de decidir que taller tomar, aunque era una escuela diurna y no técnica, nos instruían a aprender alguna actividad técnica para... bueno, supongo que por si la cagábamos en el estudio, tuvíeramos alguna arma para el medio laboral; en fin; a mí me atraía bastante el taller de electricidad, por esas bonitas memorias que tenía de mi tío Sergio (con el cual me llevo muy bien), él siempre se ha hecho cargo de reparar las instalaciones eléctricas tanto de su casa, como de la casa que heredaron mi tías y mi mamá de mi abuelo. En esos arreglos generalmente yo estaba implicado, así que viéndolo desde chico como manejaba todo eso, se formó en mí una admiración profunda por lo que hacía y más por él. Retomando el hilo, estaba decidido a elegir electricidad, hasta que se lo hice saber a mis padres, me dieron un rotundo no, porque el taller iba a ser muy costoso y como en esas épocas estábamos mal económicamente, pues no se iba a poder costear. Medio desilusionado tuve que elegir otro, aunque no sabía cual, mis amigos se había inclinado por carpintería, si no iba a aprender lo que me gustaba, pues por lo menos iba a pasármela bien con ellos, elegí carpintería.

Aunque no le veía el atractivo a empolvarse y a correr el riesgo de cortarse con la sierra, además, me negaba ante el esfuerzo físico innecesario (en ese entonces era una bola de carne con patas).  Nos tocaba cursarlo las últimas tres clases (dos horas y media)  de cada viernes. Las primeras semanas fueron de teoría un poco aburrida, lo bueno empezó al mes, cuando comenzamos a hacer las muestras de las uniones básicas para los muebles. Algo que nunca olvidaré son los aromas tan peculiares que se perciben cuando comienzas a trabajar con la madera, en especial esa la frescura que despide la madera de pino cuando está siendo cortada o lijada y el olor a quemado producido por la fricción del serrucho contra la madera (de seguro tuve una erección, aunque no lo recuerdo). A las pocas semanas le agarré bastante cariño al taller, pues me di cuenta que al estar enfocado en el proceso de creación del mueble me despejaba de todas preocupaciones que tenía en ese entonces, además siempre terminaba los viernes con una alegría muy fresca; lo más genial fue el último año del taller, yo era de los alumnos más avanzados, así que el maestro José Luis me enseñó a utilizar el torno; el estar enfrente, dándole forma a un mugre palo para convertirlo en una pata, un bate o cualquier cosa que tuviera como molde un cilindro, fue una experiencia muy gratificante y relajante, tanto que en todo ese año no me despegué de ahí.  

A lo largo de los tres años de secundaria, realice diversos artículos en el taller, desde una tablita para picar comida, una alacena, una mesa para el desayuno, una alacena, un juguetero, un librero, un buró, un trompo, un balero y un bate; la mayoría aún los conservo, menos los muebles grandes, pues los perdimos en una mudanza. Cuando salí de la secundaria quedamos unos amigos y yo de ir seguido para continuar aprendiendo del maestro José Luis, promesa que no se cumplió por diversas situaciones. Aún así no dejé que eso que me gustaba tanto se quedara en el pasado, me las ingenié para comprar mis herramientas y a los pocos meses de haber salido de secundaria, hice un mueble para la televisión de la sala; como nadie veía la TV de la sala, lo jublilé, lo desarmé y lo adapté para las dimensiones de mi Lola (mi antigua PC, sí, tenía nombre, la quería mucho, problem?); junto con la muerte de Lola, el mueble se volvió un estorbo, así que de nuevo, tomé mis herramientas, lo modifiqué y es el mismo en el que está mi laptop apoyada en este momento. Junto con este mueble, vinieron más, uno para el teléfono de la sala, otro para la nueva PC de escritorio y otro para la impresora. Ahora en estos momentos tras un encargo, empezaré un proyecto de muebles reciclados, los que tengo en mi cuarto son muy estorbosos (empezando por la cama) y ya tienen bastantes años; mi idea es conseguir palets (tarimas) y guacales para que poco a poco vaya remodelando mi cuarto; tengo en mente hacer un anaquél pequeño para mis artículos de cuidado y aseo personal, un buró o tal vez una mesa de centro, un librero o dos, un escritorio con un par de sillas y por último y más importante, una cama. En cuanto consiga el material y ponga manos a la obra prometo pasar a dejar los avances acá en el blog, tal vez un "paso a paso" de cada mueble, aunque les aclaro que no soy un experto, me gustaría aprender con excelencia este oficio, pero ya llegará el momento.

3 comentarios:

  1. lksdjfsldfk yo quieroooo *A*.... los paso a paso, las fotos de lo que haces, todo!!

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  2. Y a 7 de Julio recién tienes las tarimas.

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